Hay un dicho o un refrán, de esos lapidarios: eres esclavo de lo que dices y dueño de lo que callas. Normalmente, suele aparecer en revistas del tipo Diez Minutos, Tele Indiscreta o Super-pop, para dar algo de intelectualidad a dicha publicación. Y tú, como un panoli, lo repites luego en reuniones sociales, quedando como un filósofo de tres al cuarto.
El viernes pasado, aburrido en casa y harto de estudiar mientras el resto de los habitantes del Planeta Murciano disfrutaban de un día festivo, me puse a ver un dvd: “En la ciudad”, de Cesc Gay. Entre las buenas críticas que había leído de la película y el flechazo que sufrí del cartel (ese encuadre, esa Leonor Watling), me hicieron que me decidiese por ella. Es de esas historias que me encantan: íntima, con un final abierto; como una ventana a vidas ajenas donde no se te cuenta qué ha pasado antes ni qué va a pasar después. Todo depende del grado de optimismo o mala leche reconcentrada que tengas en ese momento. Es el tipo de películas “donde no pasa nada” (no hay un asesinato, el prota no se queda con la chica al final), de las que disfruto más en soledad que viéndolas en compañía (porque creo que quien la está viendo conmigo, se está aburriendo como una ostra –menos mal que Mi Santo comparte ese gusto tan peculiar por el cine -).
La historia es la de un grupo de amigos, como el de cualquiera. Ese grupo de amigos que surge en el instituto o en la universidad y con el paso del tiempo se consolida… y con el paso del tiempo se va diluyendo. Siguen quedando, a tomar unas cañas, a cenar en casa de alguien, pero dentro de una etiqueta. Ya no tienen tiempo (los niños, el trabajo), ya no se dicen las cosas a la cara, no se cuentan sus miedos y sus ambiciones, todo queda dentro de una normalidad.
¿De verdad soy dueño de lo que callo, no me esclaviza?
Un amor fuera de los cánones, la vergüenza de tener un amante, la sospecha de ser un cornudo, el hecho de no tener pareja a pesar de que se te obligue a ello... Todo queda en las sombras. Pero lo peor no es eso, no es el ocultarlo como algo deshonroso. Lo peor es que ninguno de ellos es sincero consigo mismo. No se trata de gritar a los cuatro vientos que se está amargado con el trabajo que se tiene, si no asumirlo y poner remedio; de acabar, sin aspavientos, con una relación que no va ya a ningún lado, de tener la decencia de decirse a sí mismo la verdad en el espejo. No huir hacia delante (casándote, teniendo hijos), sino parar el juego y tirar la baraja por la ventana.
Supongo que es otro de los hechos de hacerse mayor, que te van comiendo terreno los Hombres de Gris. No sé, son divagaciones. Y es que lo de estar ya (inevitablemente) más cerca de los 30 que de los 20 te cambia la perspectiva. Y no, ni tengo una crisis de pareja ni nada por el estilo.
[Canción recomendada: Jay Jay Johanson “Alone Again”]
El viernes pasado, aburrido en casa y harto de estudiar mientras el resto de los habitantes del Planeta Murciano disfrutaban de un día festivo, me puse a ver un dvd: “En la ciudad”, de Cesc Gay. Entre las buenas críticas que había leído de la película y el flechazo que sufrí del cartel (ese encuadre, esa Leonor Watling), me hicieron que me decidiese por ella. Es de esas historias que me encantan: íntima, con un final abierto; como una ventana a vidas ajenas donde no se te cuenta qué ha pasado antes ni qué va a pasar después. Todo depende del grado de optimismo o mala leche reconcentrada que tengas en ese momento. Es el tipo de películas “donde no pasa nada” (no hay un asesinato, el prota no se queda con la chica al final), de las que disfruto más en soledad que viéndolas en compañía (porque creo que quien la está viendo conmigo, se está aburriendo como una ostra –menos mal que Mi Santo comparte ese gusto tan peculiar por el cine -).
La historia es la de un grupo de amigos, como el de cualquiera. Ese grupo de amigos que surge en el instituto o en la universidad y con el paso del tiempo se consolida… y con el paso del tiempo se va diluyendo. Siguen quedando, a tomar unas cañas, a cenar en casa de alguien, pero dentro de una etiqueta. Ya no tienen tiempo (los niños, el trabajo), ya no se dicen las cosas a la cara, no se cuentan sus miedos y sus ambiciones, todo queda dentro de una normalidad.
¿De verdad soy dueño de lo que callo, no me esclaviza?
Un amor fuera de los cánones, la vergüenza de tener un amante, la sospecha de ser un cornudo, el hecho de no tener pareja a pesar de que se te obligue a ello... Todo queda en las sombras. Pero lo peor no es eso, no es el ocultarlo como algo deshonroso. Lo peor es que ninguno de ellos es sincero consigo mismo. No se trata de gritar a los cuatro vientos que se está amargado con el trabajo que se tiene, si no asumirlo y poner remedio; de acabar, sin aspavientos, con una relación que no va ya a ningún lado, de tener la decencia de decirse a sí mismo la verdad en el espejo. No huir hacia delante (casándote, teniendo hijos), sino parar el juego y tirar la baraja por la ventana.
Supongo que es otro de los hechos de hacerse mayor, que te van comiendo terreno los Hombres de Gris. No sé, son divagaciones. Y es que lo de estar ya (inevitablemente) más cerca de los 30 que de los 20 te cambia la perspectiva. Y no, ni tengo una crisis de pareja ni nada por el estilo.
[Canción recomendada: Jay Jay Johanson “Alone Again”]
12 Aeroguatutadas:
Nene, como la vida misma... Y creo que no hay nada más que añadir.
Hoy me ha llegado un mensaje del que se va a Las Vegas preguntándome por futuros eventos...
¿Cómo se llamarán los que viven en Las Vegas? ¿Vegasianos?
Verificación de palabra: HPUTO.
Yo me meo...
Como futuros eventos sea el cumpleaños que tenemos tú y yo pendiente, se ha acabado por mi parte cualquier tipo de contacto con ese matrimonio ¿amigo? tuyo y mío.
Pues entre Veganos y Nevados... la cosa está asín de rara. Más duda tengo con el gentilicio de Cuevas de Almazora o Guadalix de la Sierra...
Sangre, sangre, sangre...
De todas formas siempre consolará pensar que queda todavía la crisis de los 40 para frenar en seco y ponerte a bajar al contenedor bolsas de basura vitales como un loco.
Pero yo, por si las moscas... no acumulo ni una.
Me encantó esa peli.
Soy muy buena gente, pero tengo dos grandes defectos:
-soy muy rencoroso.
-tengo muy buena memoria cuando me hacen daño.
Y los habitantes de Oslo?
como se llaman.
Oyes, que fuerte lo de los Hombres de Gris... ni me acordaba!
Yo estoy con la crisis de "estas en la franja de los de Friends, pero sin un trabajo ni un piso tan guay"
Bueno, la casa de mis padres mola, pero no es lo mismo convivir con ellos que con Mónica, claro.
A mi ese tipo de cine no suele gustarme.
Pero lo tendré en cuenta para recomendarla a mis contactos (así me dará un aire de menos superficialidad de la habitual)
Tenemos que hablar y compartir algunas cosas...
*Peibols: Yo lo de la independencia lo llevo fatal. La verdad es que estoy genial en mi casa, pero quiero (NECESITO) mi espacio ya. Y lo peor es que, entre el Ikea y los programas de "People + Arts" tengo ganas de tener mi zulo de 20 metros cuadrados (hipotecado a 35 años) y pintar las paredes a juego con el sofá que habré arramblado del depósito de la basura...
*Meg: Cuando quieras. De todas maneras, creo que si ves oportuno hablar, es mejor que me lo digas en persona, privado, sms o como sea, no por vía de mi blog.
vi esa peli en el cine y es bonito pensar que no me recordaba a una estética de cine español o una forma de hablar sobre problemas desde ese punto castizo.
hay grandes interpretanciones en la cinta, si señor.
El cine español está muy denostado por los propios españoles. Si no todo el monte es orégano, no todo el cine es landismo, Pajares & Esteso, Torrentes & Seguras... Creo que hay sitio para todos.
alguna vez escribí en este sentido y comparto lo que dices. Creo que lo escribí incluso en primera persona y no en tercera. Lo que no sé es si lo expliqué tan bien.
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