Busco tío pa follar y lo ke surja


Preparados que va post adolescentil.

El sábado era 29 de noviembre, festividad de San Saturnino, obispo y mártir, que fue atado a un toro que iba ahora paquí, ahora pallá. Evidentemente, el pobre dejó el suelo hecho unos zorros con todos los sesos por ahí tirados. Claro, que era hombre y no se preocupaba nada por la romanita que tuviera que fregar la escaleras luego…

En fin, que no podíamos dejar de festejar tan entrañable fecha y el grueso (con perdón) de la comisión canomori se fue de cena: Meg, Baccara Bianca & Baccara Preta (el dúo más famoso después de Rondell Oro-Rondell Verde), A.R. del Safuán y la Sra. Amparo (espectaculares todas ellas), Chemas, Fuensi, Terciopelo Azul y Totó (el jodío, que está más duro que la piedra, con razón tiene esa cara de alegría la Baccara Preta), a los que luego me uní yo endrogado gracias a un tirón de espalda a la maniera sueca.

El centro de operaciones resultó ser un restaurante italiano, donde cayeron unas cuantas botellas de vino y varias rondas de limonchelo, cortesía del camarero, oriundo de Asís, pasando por Málaga y aterrizando en Murcia. Al que más de una y más de uno nos quedamos con ganas de meternos en sus pantalones: un hombre rotundo, con sus carnes (nunca sentó tan bien una barriguilla), su culo respingón, una barba y una sonrisa que quitaba el sentío noche. Póngame cuarto y mitad, por favor. No lo envuelva que me lo llevo puesto.

Después de unos regalicos de empresa de A.R. (que si lubricantes de chocolate, que si ampollas de rejuvenecimiento) y tras engancharse Fusiforme fuimos de bares, hasta acabar la parte superior de un coto de heteros. En el lugar donde más sitio había. La cuarta planta de El Corte Inglés, mismamente. Para que los murcianos me entiendan: algo así como La Serreta. Una sección enterita de saldos y rebajas. Que no digo yo que no exista vida interior (intestinal o no), pero había cada armario candidato a ser inmolado a lo bonzo... Querido, aprende a distinguir entre la ropa para ir a trabajar al banco y la de ir de caza. Y no, mocasines y calcetines blancos, never more.

Por supuesto que nosotros nos comportamos como lo que somos: una compañía de varietés. Y donde vamos, la montamos. Que si la Baccara Bianca se saca un puro y se lo fuma con más glamour que Saritísima (con esas falda tan corta y esas piernas interminables), que si A.R casi acaba la noche con tres tíos, que si ahora me pasas el chicle, ahora te lo paso yo, que si alegres coreografías alrededor de una mesa, que si un restregón con una, que si un restregón con otro… Vamos, lo normal en estos casos.

Y son estos momentos de alcohol y exaltación de la amistad cuando se alcanzan cumbres de clarividencia: porque ya llegados a una edad, la mejor frase para ligar es la que titula el post. Sí esa de ahí arriba, la de "busco tío pa follar y lo ke surja." Nada de "busco chico simpático para amistad" y esas cosas... Vamos a ver, primero nos quitamos las telarañas de la entrepierna, un “yo te doy cremita, tú me das cremita”, y luego, si es que tal, pues ya nos conocemos y nos caemos bien y vemos si tenemos las mismas inquietudes intelectuales… que para encariñarme con algo que me provoce el mismo deseo sexual que un potaje de acelgas, me compro un ficus benjamina y por lo menos me decora el salón. Y para moverme sólo la colita tengo mi perro, al que si quiero le puedo poner bozal y correa.

Al final, Baccara Bianca, A.R. del Safuán, la Sra. Amparo y mi menda acabamos la noche en casa de Terciopelo Azul, haciendo un botelleo que se mezcló con té verde Font Vella (un hallazgo), dulces andaluces y yogures La Lechera con sabor a turrón y galletas María… Ya, el que le encuentre explicación que lo diga. Pero es que la conversación tampoco iba a la zaga. El tema era “las grandes elecciones vitales”: ¿dulce o salado?, ¿la galleta, cuando se moja, te gusta que se quede blanda o tiesa?, ¿azúcar o sacarina?, ¿la parte de dentro de la empanada o el borde?, ¿polvo mañanero o nocturno, con premeditación y alevosía?, ¿con o sin luz?, ¿en silencio o diciendo guarreridas españolas? Y es que, ñoras y ñores, con dudas existenciales de menor calado se han perdido imperios...

Lo dicho, un post adolescentil.


[Canción recomendada: Pink “Get The Party Started”]

Todos tenemos un pasado (VI): A Dios pongo por testigo...

…que volveré a pasar hambre. Para muestra un botón de mi enoooorme fotogenia antes de ponerme a régimen allende los tiempos. Sip, era un gordo feliz que había engullido y deglutinado a su hermano gemelo para desayunar. Y todavía le quedaban ganas de pegar alguna dentellada, según se demuestra en la mueca de la foto:


Y aquí en lo que me convertí, unos cuantos kilos después, con una elegancia y un saber estar que la mole de antes no compartía:


Pero a ver quién es el bonico que se pone a régimen después de varios días de jornadas gastronómicas. Porque no vale recomendarme la dieta del cucurucho para rebajar que el Sr. Shepperdsen no se encuentra por estos lares.

El sábado por la noche, cena en casa de unos amigos en plan “Delicias turcas”, que si kebab, que si falafel… que si llevo una tarta a los tres chocolates hecha por moi… aunque más que tarta, aquello parecía un batido frío de varios colores. Que sí, que la receta estaba tirada pero si no te lees las instrucciones de los sobres de la cuajada y dejas que la leche hierva… pues como que no. Me parece a mí que yo no voy a pasar de trocear cositas para hacer ensaladas. En fin, menos mal que tengo conversación, porque lo que son artes culinarias…

El domingo. Visita familiar al Santuario de la Esperanza en Calasparra (cosas de la mamma, y que también apetecía una salida –con perdón- con toda la familia, que desde la última vez, ya hacía casi un año, y esta vez con abuela incorporada.) De allí, a Cehegín a comer en La Almazara, una prensa de aceite del siglo XIX reconvertido en restaurante familiar, con un menú degustación que se te hacía la boca agua (pulpo al horno con melón, queso frito a la miel, paté de pato casero…) y que hizo imposible cenar algo por la noche, por mucho que Paula Vázquez animara a hincarle algo el diente detrás de la pantalla.

Y ayer seguimos la línea. Comidita con El Sr. Escriba. Pero de ésas de mesa y mantel, malpensado. Un buffé libre de pasta al que nos tiramos en plancha, y del que salimos luego rodando en vez de andando. Y por la noche, una compañera de mi sección y yo habíamos sido invitados al piso de otros que van disfrazados de pollo: un murciano protobombero –amueblado por dentro y por fuera- y un australiano de dos metros que nos hizo una cena pa caerse de espaldas: rollitos de arroz con wasabi, rollos vietnamitas, un pollo cantonés con salsa de cacahuetes y un postre hindú para morirse.

¿Así quién coño se compromete a comer una pechuga a la plancha y unas acelgas hervidas? Y las Navidades a la vuelta de la esquina.
Endevé, endevé…


[Canción recomendada: Trébol Clan “Mi Gorda Bella”]

Stay Tuned



Perdida una señorita llamda Inspiración.

No es muy grande, ni muy pequeña. No es muy llamativa, es más bien normalita, del montón, aunque no esté de rebajas. La última vez que se la vio iba con pantuflas de cuadros y una bata de andar por casa. Anda con la mirada algo perdida, como vaca sin cencerro. Suele frecuentar cabezas llenas de imágenes a las que ella ordena y transforma en letras, palabras, frases, textos... De cara amable, es de trato caprichoso y a veces no responde por su nombre.


Se gratificará a quien la encuentre.

Por lo menos, decidle que me llame que la echo de menos.

Gracias.


[Canción recomendada: Goldfrapp “Road To Somewhere”]

Micropost (XL): Vive la boîte!!!

Ale, para ser la sensación este finde en la disco. Sólo está en que el dj tenga esta tema en su cedeteca.



No sé si me da más grima él, su pelorata decolorado con lejía, su cara de estreñido, el hairdresser de ellas, la peste a choto que les tiene que echar las lentejuelas de la entrepierna, o el coreógrafo, con el que Claude François se había peleado una semana antes y, en venganza, le preparó tamaño despropósito…


Pd: Gracias a Flor de Pavimento y a Blenavioba y al resto de personalidades que habitan dentro de ti, cari.


[Canción recomendada: Claude François “Alexandrie, Alexandra”]

Lisboa en otoño (y IV): Masonería con vodka




En Sintra ya habíamos estado en agosto del año pasado, viendo el Palacio Nacional y el Palacio da Pena, pero se había quedado pendiente la Quinta da Regaleira.

Ir a Sintra es hacer un viaje en el tiempo. Y más en esta época. Un paraje montañoso, rodeado de un bosque. Con una niebla del carajo y ese peculiar chirimiri, que te moja sin que te des cuenta. Postal más dieciochesca no había. Sólo con ver casas como la de la foto de arriba esperabas que te saliera al paso el vástago de Mary Shelley o alguno de sus primos.

Y todavía no habíamos llegado a la finca en cuestión.


La Quinta da Regaleira fue comprada a finales del siglo XIX a la baronesa da Regaleira por António Augusto Carvalho Monteiro, quien había hecho fortuna en Brasil gracias al café según unos, a la trata de esclavos según otros. Contrató a Luigi Manini, arquitecto y escenógrafo de óperas, que le dio el toque fantasmagórico y romántico tanto a la casa como a los jardines. Hay una multitud de simbología masónica y de los Rosacruces a cada vuelta de la esquina. Incluso, según la leyenda negra de la casa, por las noches todavía se oyen ecos de los ritos que se realizaban... Que sea verdad o puro márketing depende de las ganas de cada uno.

Estuvimos alrededor de cuatro horas dando vueltas por todo el conjunto, y la sensación que se te queda es que estás en otro mundo irreal, un híbrido entre “Dentro del Laberinto”, “Reloj de luna” y “La casa de las escaleras” de Erscher.

La finca está situada en una ladera, por lo que los jardines van subiendo por un recorrido serpenteante, desde un paseo flanqueado por dioses de la mitología clásica hasta una plazoleta con la escultura de un león expectante. Todo mezclado con una vegetación que choca en esta zona (¿qué coño hacen aquí unas palmeras?) y que se va volviendo más y más salvaje conforme vas subiendo.



De allí, llegas a unos bancos (o fuentes) con las figuras de Dante y Beatriz (que también hay referencias a la "Divina Comedia"), hasta la puerta de la Gruta del Laberinto, con un lago semisubterráneo. Es un pequeño ejemplo de lo que te irás encontrando: un sinfín de cuevas, pasadizos y grutas interconectadas. Por lo que entras por un sitio y apareces en el lado contrario. Por ejemplo, la capilla del Palacio:


Una construcción que, a pesar de su tamaño, no pierde ninguno de los elementos catedralicios, tanto por fuera, como por dentro, ya que hasta tiene un coro desde donde ver el resto de la nave (que podría acoger a unas doce personas a lo sumo), como una cripta:


Que a su vez tiene un túnel que se bifurca en dos: uno de los pasajes te conduce a la puertas de la mansión y el otro, totalmente a oscuras (y que no cogimos por falta de llevar una linterna), al Pozo Iniciático. Que aquí se podría decir lo de que “todos los caminos conducen” a él en vez de a Roma.


La entrada principal al Pozo Iniciático está flanqueada por dos monstruos acuáticos a los que hay que “vencer” para entrar en el oscuro seno de la montaña, para poder llegar a la luz, no sin antes sufrir el peregrinaje de dicha torre. Una especie de nacimiento-muerte-renacimiento.



Al salir de este pozo, te das cuenta de que, desde fuera, no verías nunca dónde se encuentra situado.


Pero es que si decides subir directamente, te perderías el resto de caminos que te llevan a otros rincones de los jardines, como este lago (sí, es un lago, con algo verde por encima, pero mi pie da fe de que debajo había agua, ejem):


Seguimos dando vueltas buscando la Gruta de la Virgen pero al final llegamos a la conclusión de que, en pleno siglo XXI, ya no quedan vírgenes ni en Portugal, así que cogieron la cueva y la tapiaron con esta puerta:


Y esta es la versión oficial, que al capullo de mi novio no había manera de bajarlo para ver la casa por dentro si no lo veía TODO antes…


La mansión en sí también tiene lo suyo, como su salón, con el techo de piedra y decorado con escenas de caza. Pero lo más impactante es subir a la última planta y poder pasear por lo que era la biblioteca de Carvalho y su laboratorio… Y llegar a la salida a través de un pasadizo secreto…

Después de una mañana así, el broche del viaje fue ir a cenar al único restaurante ruso de Lisboa, a dos calles del piso de Shepperdsen, que ya era hasta coña lo de que se iba a venir de su estancia sin haber ido nunca, pasando siempre por la puerta. Un local de dimensiones reducidas, con las paredes pintadas en negro, rojo y plata, con carteles de estética propagandística rusa y un menú que, si bien era más caro que el resto de restaurantes portugueses, estaba bastante bien. Aunque ni probé el vodka en todas sus variantes ni me dejaron pedir unos canapés con huevas rojas de esturión porque valían 55 euros la ración...


Y sacabó. Al día siguiente al aeropuerto y vuelta a la realidad. A la rutina diaria del trabajo, y a hablar con el respectivo vía sms, msn o la madre que parió a las siglas.


[Canción recomendada: Portishead “Mysterons”]

Lisboa en otoño (III): Truños y pajarracos

El viernes tocó el día consumista por antonomasia: nos fuimos al centro, a las tiendas del Chiado, a ver esa ropa tan característicamente lusa y que es tan difícil de encontrar en España: el emporio Inditex y el gigante H&M… donde nos tiramos más de una hora viendo la ropa de bebé. Mala señal, que uno no se está quitando las lorzas para llevar nueve meses un alien dentro. Vamos, que hacer de tito, sí señor, y yastá. Pero es que había cada cosa más mona... hasta la gorra que llevaba Shepperdsen en pequeño, con unos zapatos a juegos. Que no cayeron para Ruy (Pequeño Cid), el futuro vástago de Skrbjop y Urobora porque sería ya marcar de por vida a una pobre alma cándida...

Otro ejemplo de que Lisboa está rara fue que, yendo de camino al centro, Mi Santo me paró en una joyería zarrapastrosa. Pero no por que fuera cutre, sino porque sería el Shangri-La de cualquier Jennifer de Los Dolores: tanto dorado, tanto barroquismo… Lo que le llamó la atención fue lo que había en el mostrador. Un pájaro (ésa cosa blanca que se ve a la derecha de la foto.)


Pero no de mentira. No una escultura de mal gusto hecha de cristal de roca. Ni tampoco una cacatúa disecada. Era un bicharraco de dos patas vivito y coleando encima del mostrador. Con su papel de periódico para no manchar con las cacas el cristal y con una pata atada a un peso de una balanza antigua, para que no saliera volando al cardado de ninguna clienta.

Claro está que, cuando fuimos a la tienda Diesel y vimos que en un móvil gigante de cristal había una paloma viendo la vida pasar, ya no sabemos si es que es lo normal entre el gremio de comerciantes lisboetas… Ahora, no sé yo cómo iban a defender que ésas manchas en la cazadora eran lo más en estampados en la temporada otoño-invierno.

Y hablando de mierdas, aquí el Café de Chiado:


Un lugar con encanto a cien metros del bullicio del gentío y de las cafeterías donde te clavan un ojo por una bica por ser turista y por tomártela donde lo hacía Pessoa. ¿Lo de la mierda? No tiene nada que ver con que el café estuviera en algún nivel de descomposición ni algo similir. La culpa la tiene Mi Santo. Entró al baño y cuando salió dijo “vámonos antes de que se den cuenta de que he atracando el desagüe.” (Te dije que lo iba a contar por el follón que me estuviste dando –tamaño, textura, color, remember?-)

Por la noche de cena con cuatro compañeros del laboratorio (un chico y tres chicas, bastante majos, la verdad) y a salir de fiesta por el Bairro Alto, a un bar minimalista-tamaño-de-bolsillo. Todo blanco fluorescente, con música electro-chill, las cervezas tiradas de precio y un baño en el sótano que parecía una sala de autopsias. Lo raro fue no encontrarse a algún fantasma o a uno de los de C.S.I.



Pd: Y mañana, Sintra, que me estoy haciendo muy pesao...



[Canción recomendada: Lily Allen “Guess Who Batman”]

Lisboa en otoño (II): Cervatillos de cuadros de Vichy



Miércoles por la mañana:

"_Vamos a Belém en tranvía, que no me apetece coger el coche.
_¿Cojo el paraguas por si acaso?
_No, está nublado pero no creo que llueva."


Y el diluvio universal nos pilló a medio camino del Museo Berardo, entrando como sopas y rodeados de grupos escolares que visitaban una de las mejores colecciones de arte contemporáneo que existen hoy en día. El MNACRS, una mierdecilla al lado suyo si no fuera por el “Guernica” de Picasso o el “Profeta” de Gargallo.

Este centro se realizó para dar cabida a la extensa colección privada de Joe Berardo, empresario portugués que la cedió para disfrute público con la condición de que se expusiera toda. Así que el museo cambia cada seis meses, ya que sólo alberga una cuarta parte del total.

Leger, Dalí, Miró, Picasso, Keith Harring, Schnabel, Bacon... Y gratis. Cuadros, esculturas, proyecciones o instalaciones como la de Alexandre Perigot, “Sometimes You Win, Sometimes You Lose”:



Una instalación con una serie de tuberías conectadas, donde iba rodando, de manera intermitente, una bola impulsada por un motor de aire... al lado de una catedral hecha sólo con estructuras para montar andamios. Un museo vivo, con sentido del humor, donde se transmite que el arte es explicable desde muchas perspectivas. Entre eso y el conjunto monumental donde se encuentra, me tiene conquistado.


Y por la noche, cambio de tercio.

Concierto de Roisin Murphy en el
Coliseo de Lisboa
. Si ya de por sí no fuera alucinante verla actuar, el sitio ya era para enarcar la ceja: el interior del teatro era lo más parecido al Theatre des Vampires de “Entrevista con el vampiro”: un patio de butacas circular con un gran espacio libre en el centro y, al fondo, un escenario con adornos barrocos pintados de negro. Y vesátil. Que lo mismo actúa Keane, que hacen espectáculos de kick-boxing o de Disney On Ice...

Después de una hora en la que no sabíamos si estaban haciendo pruebas de sonido o si realmente era un telonero, el tío que pinchaba (que no lo hacía mal, pero muy descompasado) se largó del escenario y pudimos verla a ella. Así de sencilla:




(Vale, los vídeos se oyen de puta pena, pero el directo fue buenísimo. Y no es amor de madre, ¿ok?)

Porque suponíamos que era ella, ya que no es que se viera mucho ni de su cara ni de su cuerpo debajo de esa paella por sombreo y el ¿abrigo? de ¿plumas? negras que llevaba y la peazo de ¿mochila? a la espalda, para crear ese pedazo de chepa.

Un concierto frenético, que empezó muy fuerte con “Overpowered” y “You Know Me Better”, con cambios continuos de vestuario (ahora unas gafas, ahora un sombrero) que hacen a Roisin la antidiva del escenario musical. Porque una cantante que es capaz de ponerse una especie de saco como vestido, o salir al escenario en algo parecido a una camisa de fuerza de vinilo sólo tiene dos opciones: o está loca o es la más lúcida de todas.

Hubo momentos calmados (“Trough Time”, atención al osazo de la batería, por si alguien pincha el enlace), momentos nostálgicos ("I Want You" entre otras rarezas de Moloko) , otros rayando el paroxismo (“Ramalama”, mi canción favorita y el antisingle por antonomasia) con un final al nivel del resto: apareció en el escenario con una chaqueta de cuadros de Vichy blancos y negros, con un ciervo incorporado a sus espaldas. Ala, y ella tan pancha, como si llevara una prenda así por su casa. Que es capaz, que no lo digo.



Y Mi Santo ya ha caído en el lado oscuro, porque al día siguiente buscando sus cd’s como locos por la Fnac de Chiado.


[Canción recomendada: Roisin Murphy “Ramalama (Bang Bang) ”]

Lisboa en otoño (I): Acelgas


Hace un tiempo decía que lo que más me apetecía era hacer un viaje yo solo. El mero hecho de tener que coger un medio de locomoción on my own me parecía el cúlmen del romanticismo y la audacia. Evidentemente, la culpa la tuvo Richard Linklater y su “Antes del amanecer”. Porque ni yo he conocido a ninguna Julie Delpy en su momento y mucho menos un Ethan Hawke post-generación-X me invitó a un café en un vagón restaurante.

Y después de descubrir que “el amor de tu vida” no se va a encontrar en las vías del Talgo, la otra opción de viaje que queda es el avión.

Pasada la impresión de la primera vez (o las primeras veces) te das cuenta, y más si viajas sólo, que los aeropuertos son el mayor centro mundial para perder el tiempo. Llegar dos horas antes para facturar maletas. Chequear y después de recomponer tu vestuario de todo lo metálico que te has tenido que quitar, darte una vuelta por una serie de tiendas que ni te van ni te vienen. Odio Buberry’s, la ropa de Zara me parece aburridísima y pagar cinco euros por una bola de helado es lo más similar al timo del tocomocho. En las colas de embarque se hacen los grandes negocios, porque todo el mundo que lleva traje tiene que dejar atados antes del despegue los flecos que aún quedaban por hilar. Ni que decir tiene que nada más llegar el avión a tierra, ya está la mitad de los pasajeros en el pasillo, cinturón de seguridad desabrochado, equipaje de mano cogido y enlatados, a pesar de que las azafatas han avisado de que no hemos llegado a la zona de aparcamiento y de que vamos a tardar en bajar todavía un rato.

Y la vez que decides coger una combinación de vuelo donde no hay más de dos horas de trasbordo, es la única vez en la que el primer avión se retrasa y tienes que recorrer la T-4 en un spring que ríete tú de “Carros de fuego”.

Clarostá, que hasta que se desarrolle completamente la teletransportación, es el único medio para que pueda cumplir fervorosamente con mis deberes maritales. Y qué coño, pegarme unas minivacaciones improvisadas a última hora sin ningún plan que seguir.

***** ***** ***** *****


Sí, llegué a tiempo de coger el avión; sí, mi maleta llegó en el mismo vuelo; y sí, estaba él esperándome. Y Lisboa lluviosa y con cuerpo de invierno. Dejamos en su minipiso (signo evidente de que el fin de los días está cerca es que estaba ordenado, sin polvo y sin montañas de ropa por planchar) y nos fuimos a cenar a un chino “al lado de su casa”… (Off Topic: para mi niño, “al lado” o”en mi barrio” significa que no es necesario coger el coche para ir al lugar in question… Aunque se tarde media hora andando. Éste no vio el capítulo de “Barrio Sésamo” donde distinguían de “cerca de” y “al lado de”…)

Al día siguiente, polvo mañanero de rigor. Y hasta aquí puedo leer. (Todo queda entre él, yo y su cámara de vídeo, como decía Hillary Banks.) Levántate de la cama y, aprovechando que hay algo de sol, vete a dar una vuelta por el parque Eduardo VII, zona de cruising y chaperismo gay por antonomasia. Que nosotros fuéramos a leer un rato y a la búsqueda de los dos invernaderos que hay, es otra historia.


Por la noche, vueltecita por el Bairro Alto. La idea era ir a Tasca Do Chico, un bar típico portugués donde, lunes y miércoles, hay actuaciones de fado en directo. Sabiendo que Mariza ha pasado por allí más de una vez, la visita era obligada… Al igual que pensaron trescientas personas más. Porque el local hacía honor a su nombre (chico, pequeño, mínimo, diminuto, liliputiense...), estaba a rebosar, así que nos conformamos en escuchar desde la puerta hasta que nuestras narices estuvieron a punto de caer congeladas al suelo.

Y si Lisboa es una ciudad de contrastes, el Bairro Alto más. A escasos metros de una estampa tan costumbrista nos metimos en un bar de lo más cool. Y lo que nos pudimos reír con eso. Imaginad un local entero de hormigón pulido. Barra incluida. Un proyector de súper-8 que mezcla estampas familiares de los ’60, manifestaciones del Día del Trabajador en Rusia y escenas de caza. Un discjockey que pinchaba una música experimental que te daba por reír… Y las lámparas. Ay, las lámparas. Unos hierros que caían del techo, que sujetaban al final unas acelgas (no sé si de plástico del bueno o de verdad con laca por encima) de las que salía del centro una bombilla.

¿No veis como Lisboa se está volviendo rara?


[Canción recomendada: Imani Coppola “Before I Lost My Mind”]



Aeroguatutú, que se llama "aero" porque vuela, "gua" por que va por el agua y "tutú" porque, cuando rueda por la carretera, hace "tú...tú..."


Boy Lornsen.


{elaeroguatutu@hotmail.com}