Drinking our coffee
It's a quarter to three
No one in this place
Just us and our mistakes
You in the corner
That stupid smile
On your face
Tell me is there a way to replace
All the dreams
That didn't come true
Once we were happy
Once we were people
Who used to dream about the future
Once we were people
With stars in our eyes
“People Used To Dream”
A Girl Called Eddy
Cuando eres pequeño, y te preguntas qué quieres ser de mayor (ya sea la profe, tu abuelo o el vecino del 3º-B) dices “cantante”,”periodista”, “futbolista”, “actor”, “explorador” o “arquitecto”… nunca “funcionario del Estado, clase A”, “auxiliar administrativo de una asesoría”, “tornero fresador” o “sexador de pollos”…
¿Dónde se ha ido la fuerza que nos hacía movernos en esa dirección? ¿Nos conformamos con ser mediocres y no alcanzar nuestros sueños, o es que tampoco eran tan importantes? ¿Es la técnica del embudo? ¿Todos queremos ser creativos, pero no todos estamos dotados o por lo menos, no tanto como para vivir de ello? A lo mejor es que, cuando somos pequeños, queremos salvar el mundo, y conforme creces, sólo quieres tener tu sitio en él. O simplemente que el descontento va ganando terreno, conforme te van abofeteando las oportunidades. No es un alegato desde el resentimiento, sino una pregunta lanzada al aire.
Que conste que yo sería más feliz siendo encargado de congelados del Mercapeich que ginecólogo, pero es gracioso verlo todo con la distancia que te da la edad. Cuando era un crío y pensaba qué sería de mayor o dónde estaría, tenía de referentes a mis padres. Casados con 24 años, con casa y trabajo. Con mi edad ya eran responsables de dos criajos revoltosos (aquí donde me veis, hasta los 5 años era un cruce entre el diablo de Tazmania y Damian, el de “La profecía”.) Sería irónico poder viajar al pasado y explicar a mi yo infantil varias cosas. Como que por mucho que lo dijera mi madre, no era el más guapo del mundo mundial, que la adolescencia haría estragos con todos nosotros, que no sería periodista, que empezaría una carrera y no la acabaría (más bien ella conmigo), que no sería muy probable que tuviera hijos propios, que no me casaría con una mujer, que los Reyes son los padres… Todas esas cosas.
Sería algo traumático.
Pero he de reconocer que no cambio nada de lo que me ha pasado. Somos lo que vivimos. Aprendemos de los golpes y las caídas. Las heridas se cierran, quedando una leve cicatriz, para recordar los obstáculos superados. El balance sigue siendo positivo.
Eso sí, lo mejoraría un poquito, ya que el Ministro de Trabajo y la Ministra de Vivienda no están por la labor.
[Canción recomendada: Fon Román “Colegio Vacío”]