Macropost; el viaje (II): Tres españolitos en Oxford

Segundo día.

Después de desayunar en nuestra habitación (todos los hoteles, ponen en sus habitaciones una hervidora de agua o kettle) a base de té, café, zumos y repostería Mercapeich, junto con las consabidas (y ahora mismo, odiadas a muerte) barritas de muesli; Meg, Shepperdsen y yo nos dirigimos a Oxford. Para ello tuvimos que ir por un path o camino, por enmedio de la campiña inglesa cual heroína de Jane Austen de andar por casa, hasta llegar a la parada del bus. Llegamos a Oxford, con un aluvión de niños (y no tan niños) vestidos de traje chaqueta negro ala-de-cuervo y chaleco, camisa y pajarita blanco reluciente-de-nieve. Hemos llegado en la apertura del curso y el espectáculo de ver a los estudiantes y familias pululando por el centro es impagable. Para todo lo demás, Mastercard… porque mira que es caro este país, el jodío…

Auriculares ratoneros in Oxford

Siguiendo los consejos de San, cogimos un autobús panorámico que nos dio una vuelta por el casco histórico, lo cual nos sirvió para hacernos una idea de todo y su historia (gracias a unas audioguías en español, con unos auriculares roñosos que no había visto desde mi primera comunión); bajándonos después para hacer el recorrido on foot. Estuvimos en la Torre Carfax (derivado del latín “cuadri fucus”, en relación a los cuatro caminos que salen desde el centro de la ciudad) con unas vistas increíbles del paisaje y las agujas de los edificios. De allí, fuimos a Christ Church, uno de los college más importantes e impresionantes de todo el conjunto. En la entrada nos cruzamos con un grupo de Erasmus de Cambridge, con los que entramos a modo de grupo (= entrada más barata), gracias a una malagueña del grupo y la tan consabida picaresca española. A destacar: la escalinata que accede al comedor y el comedor en sí (por ser el de Hogwarts en la saga “Harry Potter” y por tener en una de sus vidrieras escondidos a los personajes de “Alicia en el país de las maravillas” –Lewis Carrol fue profesor de Matemáticas en esta institución.-)

El nuevo catálgo de Springfield en Carfax Tower

Cuando salimos, el clima de Inglaterra nos recibió en todo su esplendor: nos cayó un torrente de agua que explica el por qué de los verdes de los jardines y el escaso éxito de los sistemas de riego en este país. Como sopas llegamos al Covered Market un antiguo mercado (cubierto, evidentemente), que conserva algunas tiendas, pero que también tiene una serie de restaurantes donde poder comer de manera barata y rápida. Nosotros paramos en “Ricardo’s”, un amable portugués que nos regaló varios cafés al enterarse que éramos españoles (y lo bien que vinieron con la rasca polar que hacía, a pesar de que en esta tierra a mucha gente le falte el gen del frío).

Mi Santo, después de echar la solicitud para Gryffindor…

Después de patearnos el mercado y comprobar que había parado de llover, volvimos hacía Christ Church para visitar otras de las sorpresas que me había preparado Meg: Alice’s Shop. Una tienda dedicada por completo al mi libro infantil favorito. Precios exorbitantes, por lo que sólo me pude permitir el capricho de una serie de separadores de libros, a 35 peniques cada uno. (¡Gracias, Meg!) Tras esta visita, volvimos al hotel, para descansar un rato y largarnos de cena con San y Su Santa al restaurante hindú de Chinnor. El broche final para un día redondo: comida exquisita y agradable compañía. La anécdota fue el postre: Helados Menorquina, jatetú.

Covered Market, o el refugio ante el diluvio universal

{Continuará}


[Canción recomendada: Keane “Is It Any Wonder”]