Vacaciones

13 horas de viaje. De Murcia a Madrid en tren, de Madrid a Lisboa en avión, con encontronazos con Edith Salazar en Atocha y el conde Lecquio en la T-4. Es lo que tiene la capital del reino.

Y a disfrutar de las vacaciones. ¿Y qué se hace en vacaciones? Descansar. Me tiré casi un día entero haciendo cura de sueño, sin salir de la cama, mientras Mi Santo ultimaba cosas en el laboratorio. De ahí a disfrutar de su compañía, dentro y fuera de los 25 metros cuadrados de piso, pateando las calles lisboetas (lo que les gusta a esta gente las cuestas, cohone) y comiendo por cuatro duros.

Hubo escapadas a la playa, a Caparica (inmensas y preciosas), donde pudimos ser espectadores del ambiente nudista gay portugués (con sus incoherencias pudor-exhibicionismo y un viejales voceando sus cocacolas frescas entre tanto mariquita en bolingas); hubo cenas con compañeros del laboratorio (algunos todavía se preguntan si era “un amigo” de Shepperdsen, o “el amigo” de Shepperdsen), mojitos en el Bairro Alto (o cómo escanear dos gays y una mariliendre al personal) y visitas culturales, cómo no.

A Sintra, Patrimonio de la UNESCO, con sus dos palacios (el Nacional -o dónde surgió la inspiración de Gaultier para el bustier de la Rubiahijadeputa- y el Da Pena –o la Disneylandia particular de Fernando II-), a Belem (Monasterio de los Jerónimos, Monumento a los Descubridores y Torre de Belem)…

Y por supuesto: momento faro en el Cabo da Roca, el punto más occidental de todo el continente europeo. Casi no llegamos, casi nos vemos enterrados por una tormenta de arena en Guincho, casi nos volamos del aire que hacía en el dichoso cabo, pero la foto merecía la pena. ¿Que estoy algo monotemático? Noooooooooooooooo.

Y en una semana, vuelta a la normalidad.

[Canción recomendada: Feist “My Moon, My Man”]