
Mi pasión por el cine viene de una mera casualidad. Como buen adolescente españolito medio, me quedaba hasta tarde los fines de semana viendo la tele, por el mero hecho de acostarme a las tantas… y a ver si con suerte pillaba la peli pseudoerótica del canal autonómico de turno… y en esa tesitura, uno va zapeando. Y descubre en La 2 a Antonio Gasset Dubois y su “Días de cine” y a “Cine club” con su programa doble en versión original subtitulado. Vamos, lo que empezó con un calentón y mira cómo acaba.
En uno de los programas, hablaban de una película francesa de nueva factura que recuperaba el espíritu descarnado de Cassavetes y el aire trágico-mítico de la Nouvelle Vague francesa. La película, “Las noches salvajes”. El director, Cyril Collard. Suponía la adaptación de su propia novela autobiográfica con el mísmo título, que había montado cierto revuelo editorial años antes en la Galia, tanto por la temática como por la estructura narrativa. Reconozco que la película no la he visto, pero sí pude sacar la novela de la Biblioteca Regional y me marcó bastante, hasta identificarme en cierta manera, a lo que ayudó el estar escrita en primera persona y el Cacao Meravillao que tenía dentro de mi cabeza. Es un canto a la vida, una evasión hacia delante, huyendo de convencionalismos pero deseando lo que quiere la mayoría de los mortales: la felicidad.
El protagonista tiene 30 años y le gustan los chicos, en particular Samy, un poco golfo, y Jamel, «hijo del Islam y de la Coca-Cola». Pero también están todos esos cuerpos anónimos que se apoderan de él durante los perversos ritos de las noches salvajes. Además, como quien no quiere la cosa, también le gustan algunas chicas. Sobre todo Laura. Parece quererlo todo. O tal vez no quiera nada. Es seropositivo. Por cobardía o miedo de perder a Laura, no se lo dice la primera vez que se acuestan. Puede haberla contagiado. Pero ella tiene 17 años y lo ama con locura ; ya no pone límites a su amor y, pese al mal que ya debe de habitar su cuerpo, recurre a todos los medios para no perderle : ruegos, violencia, mentiras, chantajes. Se toman y se dejan con una pasión compulsiva, al mismo ritmo frenético con que esos jóvenes condenados a muerte circulan en moto, copulan en la sombra debajo de los puentes, se someten a brutales rituales, se drogan, beben y escuchan música hasta reventar, se entregan al sexo con la energía de la desesperación, del que no tiene nada que perder y sí algo que ganar mientras un soplo de vida se lo permita.
Cyril Collard no llegó a ver el estreno de la película. Murió de sida.
Eso sí, el mismo proyecto que no encontraba ni subvenciones ni productora que lo apoyara, que llevó al AUTOR (escritor, guionista, director, compositor, actor) a empeñarse hasta las cejas, recibió cuatro Premios César en la edición de ese año.
Supongo que siempre es más fácil ponerle medallas a un muerto. No se mueve si le clavas el alfiler.
[Canción recomendada: Alanis Morissette “Uninvited”]