Basado en hechos reales

Vale. Que sí, que cada uno aguanta lo suyo en su trabajo. Pero dejadme que me desahogue un poco.

Estos últimos tres días hemos tenido el “C.S.I.”. No, no ha venido Grissom al Ikea; sólo es una encuesta de satisfacción al cliente. Vamos, que el pobrecillo, después de pasearse por toooooodo el establecimiento, cual ratoncillo en un laberinto, es abordado por unas amables compañeras que le realizan un cuestionario a la vez que le atiborran de comida gratis.

Pues bien, se supone que todos los días tenemos que ir con la sonrisa puesta de serie. Evidentemente, estos tres días más. Tanto que la empresa ha facilitado material auxiliar para ayudarnos. Algunos han optado por dos remaches en los mofletes, otros por sustancias alucinógenas y un grupo reducido ha preferido la opción más divertida: bolas chinas con pilas alcalinas. Me niego a decir a qué grupo pertenezco yo, pero supongo que es fácil de adivinar.

Llegas a tu trabajo, a hacerlo lo mejor que puedes, incluso a intentar ser amable y agradable de verdad, porque sí, porque te has levantado esa mañana con ese propósito (los Lunnis, que hacen mucho daño), y te llega un cliente de la España profunda, al que le haces un presupuesto de una cocina y te suelta, todo convencido él:

“Yo tenía entendido que los muebles de Ikea eran tan baratos porque sólo contrataba a deficientes.”



¿Y qué cara se te queda? Porque yo no sé a vosotros, a mí me entran unas ganas locas de poner buena cara y sonreir que pa qué... Esta visto que los sábados, pegas una patada a un árbol y todos los monos que habían colgados en él, se van a los centros comerciales.


[Canción recomendada: Seguridad Social “Comerranas”]